Introducción Los Planes de Desarrollo Económico y Social constituyen una valiosa experiencia de la planificación “indicativa”, ensayada anteriormente con éxito en Francia. En España, sobre la base del triunfo que supuso el Plan de Estabilización (1959), se quiso buscar medios técnicos para la expansión y la aproximación a los niveles de vida de bienestar de los países europeos más avanzados. De ahí que se solicitara del Banco Mundial el envío de una misión de expertos que trazó el Informe del Banco Mundial que, en 1962, abrió las posibilidades de un crecimiento continuado y sin inflación. El Informe recomendaba grandes modificaciones en las políticas sectoriales y aconsejaba un plan indicativo, al estilo del francés; es decir, un plan que fuera vinculante para el sector público y sólo indicativo para el sector privado. La tarea del Gobierno, a través de la Comisaría del Plan, era la de proponer una tasa global de crecimiento y analizar las consecuencias sobre las magnitudes macroeconómicas y sobre el crecimiento de los diversos sectores; dar a conocer las medidas que, en consecuencia, se proponía adoptar (y que afectaban tanto al sector público como al privado) así como las inversiones de las que era responsable. Según el Informe, el Plan de Desarrollo debía prepararse y revisarse continuamente a la luz de los fines generales del Gobierno. La solución de los problemas originados por el desequilibrio en el desarrollo regional, la renta y la ocupación, se hallaría en una política global de crecimiento de toda la economía. Se preveía una elevada tasa de crecimiento estipulada en el 6% del Producto Nacional Bruto (PNB) en términos reales durante el periodo 1964-1967. La recomendación del Informe del Banco Mundial fue seguida por los órganos de la Administración que, a las órdenes del comisario del Plan, Laureano López Rodó, dieron vida al esquema teórico reseñado.