Lanzagranadas
Historia Los primeros antecedentes de lanzagranadas se remontan a dispositivos rudimentarios como hondas y morteros de mano, que permitían lanzar artefactos explosivos a corta distancia. A principios del siglo XX, se popularizó el uso de granadas de fusil, que se acoplaban a las armas largas mediante adaptadores o bocachas y se disparaban con cartuchos especiales o de fogueo. Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, estos sistemas evolucionaron para mejorar alcance y fiabilidad, y surgieron variantes como el “bazooka” y el PIAT, diseñados para penetrar blindajes y destruir vehículos.
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